miércoles, 13 de julio de 2016

PESCADO Y MERCURIO

Como comer pescado sin envenenarse con su mercurio. El pescado tiene propiedades nutricionales que lo convierten en esencial dentro una dieta equilibrada. Contiene proteínas de buena calidad y lípidos saludables… pero ¡ay! ¡También contiene mercurio!

La culpa de que el pescado esté repleto de mercurio no la tienen los peces, sino el hombre. En el caso de Europa, las principales fuentes de contaminación son las emisiones de las centrales térmicas de carbón, calefacciones y cocinas y la industria del cloro, que vierten grandes cantidades de este material pesado a los mares y océanos. La minería y la eliminación de residuos también tienen parte de culpa. Algo de mercurio también llega a los mares de forma natural, a través de las emisiones que vierten los volcanes.

El mercurio es un metal de color plateado cuya particularidad, única en los metales, es la de ser líquido a temperatura ambiente.

También es un veneno de insólita violencia, tóxico para los sistemas nervioso e inmunitario, el aparato digestivo, la piel, los pulmones, los riñones, el corazón y los ojos. Numerosos estudios epidemiológicos han demostrado que el 85% de las enfermedades crónicas (cardiopatía coronaria, diabetes, artrosis degenerativa, hipertensión arterial, etc.) están producidas y mantenidas por intoxicaciones por metales pesados, como mercurio, plomo, cadmio, etc.

Una vez liberado al medio, ciertas bacterias lo transforman en metilmercurio.

El resultado es que el pececillo que todos los días absorbe una pequeña cantidad de mercurio al alimentarse de algas y de plancton acaba por concentrar mercurio en su organismo en un proporción más elevada que la que hay en el entorno (es lo que se llama bioacumulación). Los peces grandes, que a lo largo de su vida consumen miles de pececillos, se llevan la peor parte. Y es que el mercurio se va concentrando poco a poco en cada eslabón de la cadena alimentaria y, mediante el fenómeno que se conoce como bioamplificación, algunos peces que se encuentran en lo más alto de esta cadena acaban por tener un nivel de mercurio problemático: es el caso del atún, el pez espada, la lubina o el tiburón, y de peces como la raya, la platija y otros de crecimiento lento.

Y si eso le pasa a los peces, piense ahora en el marisco. Almejas, ostras, vieiras, cigalas, bogavantes y langostas filtran constantemente el agua del mar, reteniendo en sus tejidos parte de los metales que encuentran en ella, tanto aquellos que forman parte de su composición natural como los que han llegado allí por culpa del hombre.

Cuando nosotros, finalmente, ponemos encima de nuestra mesa un suculento plato de pescado, ese que sabemos que debemos comer con frecuencia como parte de una dieta saludable, en realidad estamos ingiriendo dosis y más dosis de mercurio, en algunos casos en una cantidad intolerable.

Para la Organización Mundial de la Salud (OMS), el mercurio es uno de los productos químicos que plantean más problemas de salud pública. Hasta tal punto es así que 140 países (desde Albania a Zimbabue, pasando por España) firmaron el año 2013 el Convenio de Minamata sobre el mercurio, comprometiéndose a aplicar una serie de medidas para ir reduciendo las emisiones de mercurio y los productos que lo contienen. Sólo 28 lo han ratificado de momento.

Quizá piense que el nombre del convenio, Minamata, se tomó del lugar donde se firmó. Pues no es así. Se trata de una ciudad de Japón, pero lo que allí ocurrió fue que se produjo en 1956 un envenenamiento masivo de personas por mercurio debido a la ingestión de pescado y de marisco contaminado por los vertidos de una empresa petroquímica. Hubo decenas de fallecimientos y miles de casos de problemas neurológicos, que aún persisten a día de hoy, así como nacimientos de bebés gravemente afectados.

El mundo está algo más concienciado con los peligros de este terrible metal. Han desaparecido los termómetros de mercurio, y apenas se utiliza ya en los empastes dentales, pero pasarán décadas (si es que ocurre) hasta que realmente nuestros mares y océanos, y en consecuencia nuestros peces, estén libres de él.

En la Unión Europea existe un sistema de alerta rápida para piensos y alimentos, llamado RASFF (por sus siglas en inglés), que envía alertas a todos los países cuando un alimento presenta un riesgo grave y está en el mercado, lo que hace necesaria una actuación urgente. Pues bien, en el año 2015 se lanzaron 138 notificaciones por metales pesados en los alimentos. De ellas, 104 se refirieron a contenido de mercurio en pescado y otros productos pesqueros y (¡prepárese a leer el dato!), el 65% tuvieron como origen pescado español.
Aunque es posible sufrir un envenenamiento por mercurio (lo cual es muy serio), no es algo frecuente. Y precisamente que sean casos tan raros también los hace más difíciles de diagnosticar por parte de los médicos, que no suelen alarmarse hasta que la intoxicación es evidente.

La solución por evitar los peligros del mercurio procedente del pescado en nuestro organismo tampoco pasa por dejar de comer pescado, pues sería contraproducente, dado que los beneficios son mayores que los riesgos.

Lo que debe hacer es tener un consumo razonable (tres veces a la semana), tanto de pescado azul como blanco y preferentemente peces jóvenes y de pequeño tamaño (boquerones, anchoas, sardinas…). Salvo en caso de embarazo, que no deben consumirse pescados grandes ni marisco, pues el metilmercurio que contienen puede dañar el cerebro y el sistema nervioso del feto.

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